lunes, 14 de septiembre de 2009

SIN COLORES

6.30 de la mañana, me levanto muy confundido dentro de este país confuso.
Presiento que fuera hay caos, solo lo presiento, seguro nada ocurre.
Debajo de la puerta se asoma un diario. Clarín.
Leo el título principal, el título secundario y hasta el titulito más ínfimo de su tapa y pienso: más que el gran diario argentino parece un gran diario íntimo de una adolescente en conflicto.
Asustado escapo de mi hogar, corro por la calle, y me refugio en la boca del subte. Chocando gente, apurado para que no se escape la formación que acaba de llegar, alguien me pone delante de mí algo así como un periódico, lo tomo sin saber bien que es sin detener mi rauda carrera, alcanzo a subir al vagón sintiendo el leve viento que genera el cierre de las puertas.

Ya tranquilo por haber cumplido mi objetivo me dedico a observar lo que efectivamente y tal como lo preveía, era un periódico. Alcancé a leer los títulos de tapa del matutino La Razón, momento en el cual sentí un deja vú. Ese acto lo había vivido minutos atrás en mi cálido hogar.
Despavorido escapé en la estación siguiente dejando sin cuidar el medio ambiente, el sin Razón tirado por el piso. Salí del túnel y como si me estuvieran esperando, dos señoritas asomaban con la luz. Esto cambiará mi día, pensé. Esa esperanza se diluyó cuando de sus manos asomaron más periódicos que solo confundirían aún más mi ya confundida cabeza.
Pero al leer este diario, algo pareció cambiar, como si lo vivido hasta el momento en ese día era efectivamente una pesadilla. Desde el primer al último título contenían buenas noticias. No será todo muy lindo como para ser cierto?, me pregunté. Por supuesto, estás leyendo El Argentino, respondió mi alter ego.
Lo hice una bola y haciendo caso al basquetbolista de la publicidad de Mauri, lo deposité prolijamente en un cesto de basura, como lo que es.
Lo mejor será volver a refugiarme en mi hogar, razoné. Antes de llegar pasé por una gran casa de electrodomésticos. De esas que tienen 50 televisores con 50 programaciones distintas en sus vidrieras. Alcancé a leer los títulos de TN, de América Noticias, de C5N y de la Televisión pública. Fue como meter mi cabeza en una gran batidora. Solo me pregunté si en algún momento dejará de ser una utopía "la información objetiva, que sea exacta, conforme a los hechos, comprobada y sin deformación deliberada".

Llegué nuevamente a mi hogar, me relajé, prendí la radio, puse Dejavu Match. Ni blanco ni negro, solo un programa colorido.

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